Los sueños en la Mitología Clásica
En lo referente a los sueños, la mitología clásica posee una riqueza de matices y leyendas que nada tiene que envidiar a cualquier otro tipo de creencias religiosas. El denominado Dios de los Sueños tiene por nombre Hipnos y es hijo de la Noche (llamada Nix, una de las dos deidades primigenias), y hermano gemelo de Thanathos el primero de los dioses encargado de las funciones funerarias. Se dice que la única diferencia entre estos gemelos se encuentra en que Hipnos, el más joven de los dos, es aún imberbe, mientras que su hermano mayor posee ese velludo atributo de sabiduría. En cualquier caso es habitual también la representación de los gemelos de un modo idéntico, tal como aparece en la ilustración superior en la que, así como narra la Iliada, transportan el cuerpo de Sarpedón, hijo de Zeus. Ambos comparten la labor de ir a buscar las almas de los muertos para transportarlas al Tártaro, dónde vagaran eternamente, y a raíz del nacimiento de Hermes éste también les acompañará en esa función.
Volviendo, en cualquier caso, a Hipnos y la mitología onírica propiamente dicha, debemos señalar que este dios habita en una de las regiones de la periferia del mundo conocido por los griegos. Una de esas zonas llamadas excéntricas en referencia a que se encuentran fuera del centro del planeta (que para los griegos estaba situado en la ciudad de Delfos). Esa región conocida como Cimeria (nombre que también recibe el reino de Conan) se caracteriza por ser un país en el que siempre es de noche, una zona de constantes precipitaciones, que casi podríamos decir que se encuentra "entre nubes". Su situación es la frontera Oeste del mundo. Teniendo como referencia Grecia y la geografía conocida en aquella época, no es necesario ser muy perspicaz para encontrar un cierto paralelismo entre esa zona "entre nubes" y el siempre neblinoso tiempo atmosférico de Londres, por lo que muchos autores señalan que probablemente los griegos situaban como morada del dios Hipnos a la región británica.
Ese palacio, dotado de un maravilloso jardín de adormideras, planta a la que se atribuye la cualidad para hacer caer en el sueño, servía también de domicilio, además de al citado dios del Sueño, a su madre, la Noche, lo cuál explicaría la constante nocturnidad del lugar; y a su prole de hijos, unos 3.000 (número simbólico que para los griegos supone ser "más de lo que es posible contar") denominados ensoñaciones.
Si Hipnos es el dios de los sueños, se puede añadir que su poder factual no es excesivamente espectacular, y que sin embargo, el de sus hijos las ensoñaciones sí lo es, siendo éstos los que se encargan de dirigir nuestros viajes oníricos.
¿Cómo actúan las ensoñaciones sobre nosotros? La respuesta es clara, a modo de posesión. Mientras dormimos, en ese estado de sopor, somos completamente vulnerables a la acción de estos dioses, los cuáles se sientan sobre nosotros, y nos poseen al igual que en el cristianismo hace el demonio, con la diferencia de que el objeto de dicha intromisión en nuestro organismo, no es más que el de sugerirnos imágenes. Actúan pues de ilusionistas que se encargan de jugar con nuestra mente para hacernos ver y vivir los sueños que a ellos se les antoje.
¿Por qué se sientan sobre nosotros y no lo hacen de otra manera? El hecho de que se nos sienten encima no es más que una metáfora para explicar la situación que se produce cuando alguien tiene un sueño "pesado", una pesadilla, momento en el cuál sentimos que nos falta el aire y nos cuesta levantarnos, situación que provoca que en el momento en el que dicho sueño termina nos incorporemos de un modo brusco (entienden los griegos que hemos estado haciendo fuerza para levantar a la ensoñación que nos tenía preso y en el momento en que su poder deja de actuar sobre nosotros, nos sentimos despiertos y, al no tener el peso ya sobre nuestro cuerpo, la fuerza que hacíamos nos hace incorporarnos de un modo violento).
Cómo ya he señalado, las ensoñaciones son un sin número de deidades, las suficientes para que exista una por cada persona que duerma en cada momento. Entre estos dioses destaca, de todos modos, uno por encima de los demás. Uno cuyo nombre es confundido en ocasiones, considerándole el dios del sueño. Me refiero a Morfeo. El que ha sido reverenciado cómo el más hábil de las ensoñaciones, pero que no deja, en cualquier caso de ser más que eso, uno de los 3.000 hijos de Hipnos. Junto a él destacan también Fobetor y Fantaso, que valiéndose del mismo procedimiento, se caracterizan por infundir sueños que producen miedo (de ahí la etimología de “fobia”) y sueños irreales (de ahí proviene la palabra “fantasía” y todos sus derivados).
Volviendo a la Iliada es curioso que en ella se encuentra una de las excepciones a esta norma general en la que Hipnos es dios del sueño y sus hijos se encargan de los sueños, puesto que en el segundo canto cuando Zeus desea aconsejar mediante un sueño a Agamenón, requiere de los servicios del propio Hipnos, que entra en la tienda del rey de los Aqueos y... “púsose sobre la cabeza del mismo, y tomó la figura de Néstor, hijo de Neleo, que era el anciano a quien aquél más honraba. Así transfigurado, dijo el divino Hipno: —¿Duermes, hijo del belicoso Atreo domador de caballos? No debe dormir toda la noche el príncipe a quien se han confiado los guerreros y a cuyo cargo se hallan tantas cosas. Préstame atención, pues vengo como mensajero de Zeus; el cual, aun estando lejos, se interesa mucho por ti y te compadece. Armar te ordena a los aqueos de larga cabellera y sacar toda la hueste: ahora podrías tomar la ciudad de anchas calles de los troyanos, pues los inmortales que poseen olímpicos palacios ya no están discordes, por haberlos persuadido Hera con sus ruegos, y una serie de infortunios amenaza a los troyanos por la voluntad de Zeus. Graba mis palabras en tu memoria, para que no las olvides cuando el dulce sueño te abandone”.
Sirva este ejemplo tomado directamente de una de las más importantes obras de la literatura universal y clásica en particular, como ejemplo del modo de actuar de los dioses en nuestros sueños y su simbología para concluir este breve estudio mitológico.
Autor: Roberto Samper
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