Solitarios

Los psicólogos comienzan a alertarnos de los peligros de la soledad en el siglo XXI. Las grandes ciudades están cada vez más llenas de autómatas. Crece el número de viviendas ocupadas por una persona, del mismo modo que se multiplican las familias monoparentales. Algunos adolescentes menores de 15 años están todo el día colgados a los nuevos reproductores de música. Una parte de la generación MP3 va camino del autismo. Está compuesta por chicos y chicas que a todas partes se desplazan con sus auriculares puestos, oyen las canciones de sus grupos favoritos, navegan por internet, se quedan en su habitación a fantasear, intentan hacer los deberes. Pero en ellos faltan las palabras, cae la comunicación directa. La dependencia de los mensajes por el móvil hace que algunos jóvenes se sientan deprimidos o irritables si no reciben suficientes SMS. A veces los adolescentes y los jóvenes hacen el amor delante de la pantalla del ordenador. Lo de hacer el amor es en eufemismo pues no existe contacto físico, y en ocasiones tampoco hay conocimiento previo de la persona con la que chateas, que tanto puede estar en Argentina como en Nueva Zelanda. Cierto que las nuevas tecnologías mejoran nuestra vida, en teoría enriquecen nuestras posibilidades de relación con el mundo circundante pero estas relaciones compulsivas se guían por el azar. La relación cuerpo a cuerpo se debilita y la relación por internet prolifera. En la red somos un conjunto de máscaras, capaces de camuflarnos en cien identidades distintas.

En la globalización existen más telecontactos, hay más sectas, hay más foros, más clubes, más tribus urbanas. Perdemos la mirada del otro, olvidamos el pensamiento de los clásicos griegos. Aristóteles decía que el hombre es un animal social, a través de la palabra y del conocimiento fundamenta su progreso. En cambio el británico Hobbes pensaba que la sociabilidad es una carga, el hombre es un lobo para el hombre. Jean Paul Sartre, patrón del existencialismo, afirmaba que el infierno son los que nos rodean. Hoy, en pleno debate sobre la evolución, quizá el ser humano tiene la tendencia de volver a la selva, subirse al árbol, comerse el fruto sin reconocerse en los demás. Una cosa es la soledad elegida y otra bien distinta la soledad impuesta. Ni el hacinamiento de abejas y hormigas, ni el gregarismo de las mayorías silenciosas. Existimos con los demás, interdependientes. Pues somos solitarios y comunitarios a un tiempo, contradictorios y febriles. Si tenemos la posibilidad de elegir, bienvenida sea la soledad y bienvenida la compañía. La pareja humana también anda en crisis, ya a nadie le sorprende que la mitad de los matrimonios se disuelvan más pronto que tarde. Psicólogos y psiquiatras se van a forrar.

Autor: Luis León Barreto

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Estoy totalmente de acuerdo con el Sr. León Barreto.
Creo que el futuro de las relaciones afectivas está en peligro. Se está perdiendo el gusto por el contacto físico, por el olor, por la calidez, que desprenden los cuerpos. Las caricias.
El aislamiento y la soledad impuesta que está generando está nueva sociedad nos llevará a una enfermedad peligrosa, una enfermedad que se llama soledad y desgracidamente no la cura ni el teléfono de la alegría, ni internet, ni las radios...
Un abrazo apretado.

Anónimo dijo...

pues de acuerdo con esa reflexion sobre uno de los males de esta sociedad actual que padecemos, el aislamiento. Y no solo en los fantamas virtuales que hacen de internet un refugio, algunos con propositos hasta criminales y delictivos, sino con la gente que tambien estan en la calle y ejercen un aislamiento y una manera de pasar del projimo virtual. Los fantasmas virtuales no solo estan en internet, es un mal endémico de nuestra sociead, solo hace falta salir a la calle y pasear entre supuestos semejantes, el rechazo y el ignore estan a la orden del día.