Un abrazo a la naturaleza


Iba tocando mi flauta
a lo largo de la orilla
y la orilla era un reguero
de amarillas margaritas
Juan Ramón Jiménez


Desde hoy día 5 hasta el día 27 se presenta en el Real Club Victoria de Las Palmas de Gran Canaria una nueva exposición pictórica de Ángel Gustavo.

Al principio de Noviembre nuestro pintor nos sorprendió con una obra diferente a lo que nos tenía acostumbrados, presentó en el Hotel Neptuno en la Playa del Inglés motivos poco frecuentes en su pintura: Bodegones. En aquella ocasión lo titulé “La emoción del recuerdo” Y decía:

… En esta etapa Ángel Gustavo supera la preocupación del mensaje, se hace más poeta, se carga de sentimientos. Él lo sabe muy bien cuando pinta esta temática bucólica-hogareña que eleva a arte. Cuando pinta calabazas, naranjas o cebollas que me hicieron recordar a Miguel Hernández y a su poema de la cebolla.

No es que haya abandonado sus grandes formatos donde ha tocado las vanguardias del surrealismo, expresionismo, neoimpresionismo. Y sobre todo sus desnudos de mujer. No, el pintor deseaba conciliar las dos líneas por las que más se deja influir. La magia de la mujer y el canto pastoril. La poesía.

Por eso cuando pinta a sus mujeres juega con los símbolos y los mitos que acompañan a una dama, se deja seducir por su sensualidad, por el intimismo, por su belleza. Y nos la ofrece desnudas, espléndidas, libres o encadenadas. Igual que ángeles encerradas en burbujas, en pompas de jabón. Volátiles.

Tal vez las manipula con un halo de perversidad.

No sé, la realidad es que son creaciones basadas en un discurso, en hechos sociales, en una reflexión que tan bien lo explica su musa, Mariló.

En la segunda parte yo decía que al igual que Machado ya de adulto. Gustavo vuelve al patio de su niñez, a las huertas.

Ahora despierta la Naturaleza y nos envuelve en un césped de hojas blancas y amarillas, te invita a cerrar los ojos, a oler su perfume, a caminar por su piel, por sus hierbas donde temblaban margaritas como decía Oscar Wilde en el retrato de Dorian Gray.

Y convierte su lienzo en una planta en el aloe vera que esconde el ungüento sagrado de los dioses, en un dibujo perfecto, en lo que Nardy Barrios llamó una pita. Ella añadió del pintor que lo consideraba un buen pintor, un buen hijo, un buen padre y también un buen amigo.

Conjuga Ángel Gustavo el arte y la técnica. Demuestra su dominio del trazo, de lo cromático en sus bodegones, gozosos, espléndidos que plasma casi de una forma cinematográfica, con una paleta perfecta rica en sensaciones.

Aderezado de un encantamiento hace malabarismo. Voltea sus girasoles, naranjas, serpientes, copas, una mano tibia. Las mantiene en equilibrio y consigue atraparnos, creer que flotan, que están a punto de deslizarse, escaparse, pero no las deja caer. Francisco Lezcano lo definió como la técnica que en francés se denomina “Trompe L'oeil”, o sea “engaña al ojo” y que es habilidad de quien domine la perspectiva, la proyectiva, el dibujo y el color.

Lezcano completa que la sensibilidad del artista es un hálito casi palpable, etéreo, que el espíritu del profesor en las reglas se mutan o desaparecen para ceder el paso a su otra alma… a su filosofía de la vida, sus reflexiones sobre el más allá, lo mágico y lo esotérico.

Ha realizado exposiciones en España y Bélgica, Alemania y Argentina. Es un gran dibujante y como decía Baudelaire ha conseguido que en el color encontremos la armonía, la melodía y el contrapunto.

Autora: Rosario Valcárcel

2 comentarios:

Roberto Samper dijo...

Muy interesante esta presentación de un autor cuya exposición me apena no poder visitar.

Quisiera disculparme por la escasa calidad del archivo de las fotos que se suceden, por desgracia dan una impresión de puntillismo debido a la mala compresión que usé que no estaba en el original.

Lo que sí estaba es esa sensación de "Trompe L'oeil" que decía Lezcano o "Trampantojo" en castellano, que parece heredada de los "retratos de hombres y mujeres ilustres" de Andrea Castagno, en los que personajes como Dante, Petrarca, Boccaccio o algunas sibilas, se salían del marco arquitectónico para aparentar estar vivas.

Bueno, me voy a descansar un poco la mente que llevo unos días de estudio contrarreloj que me tienen saturadísimo.

Un abrazo.

Anónimo dijo...

Por supuesto Sr. Roberto. En las pinturas del siglo XVI y XVII, reflejan las ilusiones ópticas, El trampatojos.

Y ya en la época del Plinio el viejo no cuenta de pintores Zeuxis y Parrasio que fueron rivales en un concurso de la Grecia antigua.
Ganaba el que mejor representara el arte de engañar a la vista, aceptado como una mera ilusión óptica.
Zeuxi pintó un racimo de uvas tan perfecto que los pájaros volaban hasta su cuadro engañados por el truco.
Parrasio perdió el concurso, al abrir el lienzo.