Estocolmo, Donde El Paraiso Ya No Existe

Precedidas por miles de islas –con sus chalets, sus bosques, sus embarcaderos, su placidez- al fin divisas las torres de Estocolmo. Llegas a la capital del feliz reino donde a cada ciudadano se le organiza la vida desde la cuna a la sepultura. En Suecia todo está pensado para servir al individuo dentro de una colectividad, por eso aquí el estado de bienestar alcanza su máxima expresión. Pero ya casi todos han despertado del sueño. Nada es igual desde que en 1986 el primer ministro Olor Palme fuese abatido a tiros cuando salía del cine y en 2003 la ministra de Asuntos Exteriores fuera asesinada en un gran almacén. A fin de cuentas, todos los paraísos son meros sueños y el ser humano tiene mucho de fiera elemental. Con veinticinco grados, sin una sola nube en el cielo, Estocolmo luce brillante y pulida en este corto verano nórdico. El sol nos guía por Gamla Stan, la isla que acogió la primera fundación de la ciudad allá por el siglo XIII, entre un gran lago y el mar Báltico. La capital de Suecia está asentada sobre 14 islas y cuenta con 57 puentes que permiten circular entre los diferentes barrios. Todo es suave y comedido, los ciclistas desfilan con parsimonia, la gente disfruta despacio el breve verano, las callejuelas históricas están repletas de forasteros. Una ciudad moderna y cosmopolita, que no pretende exhibir el poderío de los nuevos ricos sino que más bien trata de disimular su nivel.

Estos nórdicos no quieren adoptar el euro, mantienen su sagrada corona igual que sus vecinos escandinavos conservan sus monedas nacionales. Difícil contemplar tanta belleza pero recorremos el suntuoso ayuntamiento donde se celebra la cena tras la entrega de los Premios Nobel, las callejuelas del barrio antiguo donde el guía mexicano descendiente de españoles te enseña una piedra rúnica de los vikingos, con serpientes, dragones, signos indescifrables. Fotografiamos la Academia donde se dirime el Nobel de literatura cada octubre, el Museo Vasa con el gran barco de madera que se hundió a los pocos minutos de echarse al mar. La ciudad refulge entre las aguas que la rodean por todas partes, tan limpias que hasta se podría nadar en ellas. Cada tres meses sigue habiendo un ejercicio civil de alarma ante un ataque aéreo, la gente se lo toma en serio y se introduce en los refugios nucleares. Todo está previsto, ya digo. Del mismo modo, el diseño de la ciudad es funcional y eficaz, la TV tiene pocos anuncios y las medidas de los pisos están estandarizadas, no se ve la pobreza y en Suecia es difícil ser millonario porque el Estado te obliga a pagar altos impuestos. Pero la gente vive sola, el 60 por ciento de los hogares están ocupados por una sola persona. Esta introversión nórdica nos recuerda el hermetismo de las películas de Bergman, sus interrogantes sobre el sentido de la vida. No todos los paraísos son felices, ya digo: los índices de alcoholismo y de suicidios son altos. Y es que a fin de cuentas el paraíso es tan sólo un sueño.

Autor: Luis León Barreto

4 comentarios:

Anónimo dijo...

este blog está muerto, o que???

Queen Galadriel dijo...

calla, calla..

Anónimo dijo...

Vaya hombre, parece que ultimante estamos sufriendo " la invasión de los ultranonimos descerebrados".

Alfonso dijo...

El "o qué???" es lo mejor que te quedó, y nos indica que debes tener un edad mental de en torno a los 15 años