La Flor más grande del Mundo

A veces nos suceden cosas que no podemos explicar convincentemente, situaciones que escapan a nuestro control con las que estamos acostumbrados a convivir. Es lo que llamamos “casualidades”, algo que el diccionario de la Real Academia de la Lengua define como “Combinación de circunstancias que no se pueden prever ni evitar”.
Cuando hace tres meses recomendé a las 7:35 de la mañana de Nacho Vigalondo se me ocurrió que podía ser una buena idea dedicar un pequeño espacio a esos “perfumes en frascos pequeños” que son los cortometrajes, esa faceta del cine para la que no suele haber portadas de revistas ni programas especiales televisivos, pero que a menudo son los primeros pasos en exitosas carreras cinematográficas por parte de autores a los que les sobra el talento pero les falta financiación.

Lo que no podía prever ni evitar es que, un mes y medio más tarde, la víspera de mi homenaje a Tenerife con el corto de Fresnadillo, elpais.com comenzase también una sección con la misma temática. Ante eso quizás cabía pensar en retirarse y conformarse con un pequeño enlace a la web de ese periódico, que para colmo es una de las 25 páginas más visitadas de España, máxime al enterarme de que habían decidido mostrar sus cortos los jueves. Pero a pesar de que efectivamente eso hubiese sido lo más cabal, como diría Edward Bloom, yo nunca he sido un hombre cabal, por lo que sigo aquí, intentado además que me sirva de motivación y aprovechando para recomendar los que mejor impresión me causen como es el caso de “La flor más grande del mundo” el primer trabajo mostrado allí y que, aunque no “fruto de la casualidad” sino del esfuerzo y buen hacer de sus músicos, se sustenta firmemente en una hermosa banda sonora interpretada por la Orquesta Sinfónica de Tenerife.

Sirva además como cambio de registro, pues será la primera recomendación filmada en su totalidad con la técnica conocida como Stop Motion, que tan buenos resultados dio a los creadores de King Kong y que Ray Harrihausen elevó a la categoría de arte entre otras con sus adaptaciones de los clásicos griegos. Pero esa técnica, que cuenta con muchísimos especialistas en España, no está usada aquí al servicio de monstruos ni criaturas fantásticas sino que por el contrario sirve de soporte a un texto y una narración de José Saramago, sobre la magia de la naturaleza y la imaginación, el respeto a la vida de todas las criaturas y el disfrute de nuestro mundo ahora que aún podemos.



Autor: Roberto Samper

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