La Gata Maiden

Dicen los psicólogos que tener una mascota ayuda a vivir. Lo recomiendan para ancianos solitarios, para niños discapacitados, para gente con sensibilidad. Lo cual tiene mérito pues España es un país en que los árboles y los animales están mal vistos; por algo hay peleas de perros y de gallos, corridas de toros, incendios forestales intencionados y demás ruindades. Parece que los escritores son gente sensible con afición a tener algún animalito cerca. El mejor amigo del hombre, en sus múltiples razas. El sigiloso gato que es independiente y ronronea cuando le da la gana. El canario que lanza sus trinos. Ahora que nos modernizamos a la gente le da por tener serpientes, caimanes, hurones, iguanas. Animalitos que cuando crecen la gente ya no los quiere y los echa al monte. O al barranco. En fin. Quien les habla tiene –por reminiscencia de la infancia- amor a los gatos. Los veo independientes, fieros, cariñosos, volubles. Como la vida misma. Pero en la casa donde vivimos Rosario y yo -un hermoso lugar en la carretera de San Lorenzo donde todavía hay árboles y la ciudad parece quedar lejos- reina Maiden. La gata Maiden ya estaba en la casa cuando yo llegué. El nombre se lo puso un chico sensible y listo: Roberto. La gata llamada Doncella es bastarda, una mezcla entre siamés y callejero. Pero es un animal único. Noble, cariñoso, zalamero. Una delicia. Le gusta echarse justo al lado de la pantalla del ordenador, y ahora mismo está observando lo que escribo. Cuando vemos la tele y salen documentales de animales no se pierde una secuencia.

Los ingleses son los grandes amigos de las mascotas. Ellos suelen tener más cariño a sus perros y a sus gatos que a muchos de sus semejantes. No me extraña. El ser humano es rencoroso y perverso, en cambio muchas veces los animales parecen más humanos entendiendo por humano un ser racional, capaz de recibir y entregar amor. Claro que también a veces somos estrafalarios. Hay peluquerías y hoteles para perros y gatos que valen un dineral, y en un mundo con niños hambrientos en Sudán y tantos sitios parece un contrasentido. Cuando Maiden me mira con sus enormes ojos azules me parece ver el orden de la vida, la armonía del cosmos. Como si viera a Dios.

Autor: Luis León Barreto

2 comentarios:

Anónimo dijo...

La primera vez que vi a Maiden, supe que no era el gato con botas que yo había conocido en mi niñez, ni el de Shrek y mucho menos el negro de Allan Poe, pero me produjo el mismo terror. ¡Un gato en mi casa!
-Fuera!
Pero Maiden, se quedó.
Remilgada y caprichosa, se escondía hacía miles de diabluras, y poco a poco como un hada convertida en gatita nos fue conquistando. Nos conquistó.

Anónimo dijo...

Precioso artículo que ha coincidido en el tiempo con el que yo escribi sobre mi perro. Puedo dar fe de la belleza y el cariño que desprende la gata maiden, un precioso animal que se hace querer.

Es realmente reconfortante el ver estos escritos dedicados a los animales. Ellos hacen que nos sintamos más humanos, y a la vez, deberiamos aprender tanto de ellos.